
"Metacognición" es un concepto discutido y aún poco
claro al que se le atribuyen diversas acepciones. La mayoría de los autores
proponen dos significados diferentes que se encuentran estrechamente vinculados;
es decir, concebir la metacoginición como producto o bien como proceso.
Nos referimos a la metacognición como producto cuando la
vinculamos con el conocimiento que tenemos sobre nuestro funcionamiento
cognitivo. Éste es un conocimiento declarativo, “el saber qué”, por ejemplo,
saber que la organización de la información en un esquema, facilita la
comprensión.
Al referirnos a la metacognición como proceso, aludimos al
conocimiento de los procedimientos de supervisión y de regulación que
implementamos sobre nuestra actividad cognitiva al enfrentar una tarea de
aprendizaje. Éste es un conocimiento procedimental: “saber cómo”, por ejemplo,
saber seleccionar una estrategia para la organización de la información y estar
en condiciones de evaluar el resultado obtenido.
La actividad metacognitiva supone la capacidad que tenemos de
planificar qué estrategias hemos de utilizar en cada situación, aplicarlas,
controlar el proceso, evaluarlo para reforzarlo o para modificarlo.
Hacia 1976, John Flavell se refiere a la "metacognición"
como el conocimiento que tenemos acerca de los procesos y productos cognitivos
que implica el conocimiento de la propia actividad cognitiva y el control sobre
dicha actividad. Es decir, conocer y controlar:
1. Conocer la propia cognición quiere decir tomar conciencia
del funcionamiento de nuestra manera de aprender. Por ejemplo: saber que
extraer las ideas principales de un texto favorece la comprensión.
2. Controlar las actividades cognitivas implica
planificarlas, controlar el proceso intelectual y evaluarlos resultados.
Según Flavell (1997, en Mateos, 2001) la capacidad
metacognitiva se va desarrollando y adquiere más complejidad a lo largo del
tiempo, siendo su desarrollo evolutivo de la siguiente manera: de tres a cuatro
años, los niños anticipan muchos resultados de sus acciones; desde los cuatro a
cinco años, los niños demuestran conocer
sus limitaciones; entre los cinco y los seis años ya tienen conciencia de lo
que saben o no saben sobre un tema y sus afirmaciones son más fiables: de siete
a ocho años valoran su comprensión con respecto a una información: los niños a
los ocho a nueve años, planifican mentalmente actividades a corto plazo; entre
los diez y once años, expresan oralmente algunos procesos cognitivos de forma
correcta; y, desde los once hasta los doce años, se muestran capaces de
facilitar el recuerdo de algunas ideas elaborándolas propositivamente. A partir
de esta última edad se manifiesta el pensamiento metacognitivo que caracteriza
al de la cognición adulta.
Las habilidades metacognitivas constituyen un conjunto de
operaciones mentales que tienen como fin enseñar al alumno a controlar su
propio aprendizaje, a darse cuenta de qué, cómo, cuándo y qué grado de
satisfacción le proporciona lo que
aprende, ya que gracias a ello podrá adquirir autonomía y auto regularse en
cuanto al aprendizaje.
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